La maravillosa pintora madrileña, esposa del hiperrealista Antonio López, ha fallecido a los 87 años.
A la hora de hablar de María Moreno uno tiene la sensación de estar entrando en un patio, no solo porque su propio nombre invita a ello, como el de esas señoras mayores que han recogido los frutos de su huerto toda la vida, sino porque en sus cuadros uno entiende mejor la luz que hace tan especiales los lugares más comunes. Quizá Vermeer. Quizá Sorolla. Pero muy pocos pintores han sabido como ella recoger con un pincel esa mínima plasticidad de la luminiscencia de las cosas.
© María Moreno Web
Nació en Madrid, en 1933, aunque con la Guerra Civil pasaría algunos años en Valencia, donde descubrió otros colores y el mar. Cuando en 1954 comienza sus estudios de Bellas Artes, ella misma sabe que le falta mucho por aprender: visitará París, dará clases, recopilará en su mente todo lo que quiere hacer. Cuando acaba en 1959 sus estudios, el grupo pictórico ya está formado: Isabel Quintanilla, Julio y Francisco López Hernández, Lucio Muñoz, Amalia Avia, Esperanza Parada y, claro, Antonio López.
Amalia se casó con Lucio. Esperanza, con Julio. Isabel con Francisco. Y María Moreno, Mari, con Antonio, con quien tendría a sus dos hijas, María y Carmen. “Para nosotras ha sido mucho más difícil que para nuestros maridos”, dijo Quintanilla en una ocasión. Para Moreno, especialmente, sobre todo porque, aunque ella y su compañero de vida fueron apoyos mutuos y pedestales sobre los que asentaron, él era el gran exponente del hiperrealismao en España. Y ella, mujer.
Hay que añadir que sus cuadros iniciales eran tenebrosos, oscuros, inciertos, como se pudo comprobar en su primera exposición, en 1966 en la Galería Edurne. Y que su producción no es muy amplia. Será en los años 80, una vez su carrera está mucho más consolidada, con exposiciones en el extranjero y la influencia de Antonio López Torres, tío de su marido, cuando se abra por fin a la luz, que lo empapará todo en su obra.
A partir de entonces, las flores acogerán otro fulgor, sus muros blancos serán antónimos de lo inasible, buscará en las calles y los cielos la capacidad celestial que tienen oculta. “Yo querría poner en el cuadro todo lo que quiero expresar y no puedo hacerlo con la palabra. Soy más pintora de la luz, de las formas bien colocadas. La luz que me gusta utilizar se adecúa bien a ese mundo frágil, sin peso, que se confunde con la atmósfera que le rodea”. Sus palabras.
En junio de 2011 se inauguró en el Museo Thyssen-Bormemiza una exposición sobre el maestro Antonio López. El artista acudió con María Moreno, su esposa y también gran pintora. Me gusta recordarlos con esta deliciosa fotografía de @GorkaLejarcegi. María acaba de fallecer. DEP. pic.twitter.com/Wjo68yrkQ4
— MAJ (@majimeno) February 17, 2020
Su nombre se desliga del de su marido, siendo compañeros de aventuras y entes propios, pero cada cual con su delicadeza y su candor. Él alaba de Moreno que su pintura “habla de algo, se refiere a algo que tiene mucho valor: la pureza, la pureza de las cosas, en un mundo impuro”. Ella es la productora ejecutiva de ‘La luz del membrillo’, la película de Víctor Érice de 1992 centrada en Antonio López y en el que ella misma sale como personaje. Ganará el premio del Jurado en el Festival de Cannes.
Valeriano Bozal, reputado historiador de arte español, en su obra Historia de la pintura y la escultura del siglo XX en España, hacía una definición concienzuda sobre la diferencia entre el realismo de Moreno y la quasi fotografía de Antonio López: "Sus asuntos son muy próximos a los de su marido: escenas cotidianas, platos de comida, dormitorios, el jardín de atrás, etc.
"Sus asuntos son muy próximos a los de su marido: escenas cotidianas, platos de comida, dormitorios, el jardín de atrás, etc.
Valeriano Bozal
También predominan la soledad y el silencio, pero en un aspecto se diferencia de su marido: sus jardines han florecido". Será que les ha dado la luz.
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