El museo de la pintora mexicana abre sus puertas en tiempos de pandemia para que entusiastas de la artista de todo el planeta puedan visitar su famosa Casa Azul.
Pies... ¿para qué los quiero si tengo alas para volar?, se preguntaba Frida Kahlo. Lo hacía desde su sempiterna cama, en el mismo lugar en el que había nacido en 1907 hija de un padre judío (de ascendencia húngaro-germana) y una madre natural de Oaxaca y en el mismo sitio en el que falleció a los 47 años y las cenizas de su cuerpo fueron esparcidas por sus rincones. Nos referimos a la Casa Azul, que se convirtió en su museo personal en 1958, y que está ubicado en la delegación de Coyoacán de Ciudad de México.
Una visita obligada para los entusiastas de la pintora mexicana
Ahora, por obra y gracia de Internet, ya no hay que desplazarse hasta allí para poder recorrer su mítico y colorido patio, con su reconocible y rojiza pirámide escalonada –similar a las de la cultura maya-, las piezas de arte prehispánico esparcidas por sus paredes o, claro, las obras de arte tanto de la pintora surrealista (allí se encuentran la famosa Frida y la cesárea, que está inconcluso, o las sandías de Viva la vida) como de su marido, Diego Rivera.
Un trabajo realizado durante la pandemia
Aunque la idea llevaba tiempo rondando la cabeza de los conservadores del museo, la pandemia lo ha acelerado, haciendo posible un viaje al interior de la casa de la artista hasta el más minucioso detalle, desde los salones donde acogieron a León Trotsky (ambos en el matrimonio eran grandes partidarios del Partido Comunista Mexicano y de la Unión Soviética) hasta el comedor con sus famosos suelos amarillos, y que incluye el arte folclórico que almacenaron durante su vida, o la cocina, aunque en esta reemplazaran las estufas de gas por otra de leña.
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